martes, 23 de octubre de 2012

Rosales se fue sin apagar la luz

Abras por donde abras sale la misma página. Pero una página nunca es igual a nada. Escribo desde la casa que dejó encendida Rosales antes de marcharse. La que vio Lorca desde un edificio que no pudo crecer ni multiplicarse de ventanas, allá en Nueva York. Creyendo sin fe en la resurrección de los vivos. Porque cuando no hay esperanza hay por venir. Porque las palabras se siguen diciendo todavía. Están diciéndose. El viento nunca se llevaría las palabras.

A veces sueño que corro, que corro sin parar y es la arena y la sal que me persiguen. Y lo que hago es descansar.

"Vendrán las iguanas vivas a morder a los hombres que no sueñan y el que huye con el corazón roto encontrará por las esquinas el increíble cocodrilo quieto bajo la tierna protesta de los astros". Lorca duerme en la almohada de los hombres mientras la sangre templa su áspero dolor.


Te miraba como queriéndote vendar.

A mi también me llega el agua a las rodillas.

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martes, 16 de octubre de 2012

El día en que fui Whitman

¡Oh, capitán, mi capitán! Walt Whitman está sobre la cubierta del barco con su larga barba blanca que se toca con sus manos de ceniza. Doblan las campanas. La isla crece en el mar. La luna está ahí, demasiado cerca de la tierra. ¡Oh, capitán! ¡Qué bien se oye desde aquí! Desde el graderío de este teatro al que hemos venido a ver. Por fin, el mundo real. Somos personas. Luego máscaras.

Cnossos nunca fue una ciudad amurallada. Picasso pinta a Ariadna. Picasso pinta al minotauro. Teníamos la luz. Goya trae las sombras.

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lunes, 8 de octubre de 2012

Las palabras siguen llorando después de escritas y un monstruo se enamora de una sirena


José Hierro tiene en sus manos la alegría.
Abre sus manos felices y el viento hace lo demás.

Canta la
canción en la
cantina.
Y las palabras lloran
Están llorando.
Incluso después de haber desembocado en el papel tan blanco.
Ese papel deshabitado que ya no es el morir.
Porque la tinta no es la última sangre. Sino la primerísima. La recién hecha.

JH ya no llora, sino por aquello que un día le hizo llorar.
La misma lágrima.

Un monstruo marino se enamoró de una sirena.
De la sirena de un faro.
Según Bradbury.

Hay días en que todo se vuelve posible.
En días como este

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