lunes, 8 de diciembre de 2014

Cambié verano por otoño

Se hacía más y más nómada, y sus raíces se empeñaban en crecer.
Menos mal que llegó al cementerio marino a la hora en que los barcos se arrancan las olas y rezan al revés.
Aquella letanía desvaneciéndose entre sus manos como un siglo diecinueve sobre un sofá francés.
Aquellas palabras como estrellas de mar ahogándose.

Picasso se estaba bañando en el azul de Antibes ajeno al réquiem de las caracolas.
Se agrandaban sus ojos de perfil para poder ver el llanto alegre del mar.
Por eso, Jean Cocteau buscaba un Sena y corría hacia atrás, porque se había quitado de encima la pegajosa desesperación.

Pero nosotros éramos niños que no sabían jugar a postergarse. Niños que multiplicaban las paredes, con un campo de trigo en los ojos meciéndose de risa. Niños silvestres vestidos de blanco entrelazándose con los juncos, empapados de charcos solo para ser tendidos al sol del instante.

No dirás a nadie que has visto que la esquina se doblaba por la mitad. Ni que el viento huracanado sabía llevarnos despacio. No podremos ser sino pacientes. Y madurar a golpe de dar frutos.

(Todo era otoño en Aix-en-Provence, incluso su vestido)

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miércoles, 3 de diciembre de 2014

Fermina Daza acaba de llegar al puerto y se han multiplicado las cantinas

Hay tanta humedad entre estas ocho paredes, tantas flores equivocándose de estación y tantas hojas queriendo volver al árbol que los dedos han dejado de contar para que los pájaros puedan aletear lo suficiente. Mientras tanto Cortázar se lima las uñas para no herir al de al lado con su aspereza diletante, pero vos sabéis que entre él y ella solo había el tronco de un árbol muriéndose por ser atravesado. ¿Por qué no equivocarán los ríos nunca su camino? Ese barco no sabe que flota sobre el agua. Y sin embargo el sol espera porque la noche tarda.

(al doctor Juvenal Urbino también le sobraban madrugadas)