domingo, 17 de enero de 2016

Recuerdos de haber sido la ola

No se puede olvidar que La Maga nadaba en el río, mientras Horacio (Oliveira) lo miraba de lejos.
Morelli traga saliva y aguanta el tipo, porque sabe que esto es París y la literatura está en juego.
Salta la Rayuela a pie de calle pero donde cae finalmente es al abismo.
El cronopio nos quiso dar a todos la fama, pero decidimos quedarnos debajo del mantel.
Comernos las migajas solo porque lo hacen los pájaros.
Como Erik Satie, Antonin Artaud, Poe, Breton, Baudelaire y otro hijos de su madre.
Amándonos sin necesidad de comer.
Amándonos como mendigos por las esquinas.
Delante y detrás de las estanterías, fumándonos el papel, emborrachándonos por fin de metáforas.
Escupiendo el verbo y bebiéndonos de golpe el adjetivo.
Amándonos, digo, amándonos.
Un teléfono suena, nadie lo coge, pero él insiste y suena.
Cortázar tenía razón: nos merecemos la guía de teléfonos.
Ser el enjambre, habitar la colmena, tanta estrechez y hechura de celda.
Porque no hemos sabido cabalgar con el viento.
Ora pro nobis, Whitman, reza por nosotros.
Que tampoco hemos comprendido el universo ni la totalidad.

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