lunes, 12 de marzo de 2012

Ganar el tiempo, perder el reloj, ganar el tiempo, perder el reloj, gan...

Ese día pensé: "no quiero perder el tiempo", salí corriendo y enredada en mi emergencia de coche de bomberos, me dejé olvidado el reloj en la arena. cuando volví, mi cuentahorascuántas estaba encerrado en un diábolo de cristal,

recordé entonces que, antes de empezar a correr, había leído yo las instrucciones de cortázar para dar cuerda a estos artilugios, siendo como soy un cronopio que cree que las hormigas son las reinas de la creación,

y recordé que había visto la muerte al fondo y la vida en la superficie. Y seguí sus pasos, los de cortázar, pero solo a medias. porque no volví a atar el reloj a mi muñeca pero lo dejé latir en libertad y lo imité anhelante. Y entonces supe que "el miedo herrumbra las áncoras", que "cada cosa que pudo alcanzarse y fue olvidada va corroyendo las venas del reloj, gangrenando la fría sangre de sus pequeños rubíes",

y que "allá en en fondo está la muerte si no corremos y llegamos antes y comprendemos que ya no importa",

gané tiempo aquella vez que perdí el reloj,
 porque la estabilidad siempre es precaria y el azar casi siempre estable


(Y una fama se volvía loca y andaba hacia atrás desviviéndose y lo hacía para tranquilidad de los vecinos, en su edificio por fin patas arriba con la ropa sujetando las pinzas. acostumbrados estaban ya a los desordenados e imprevisibles cronopios hechos para la distracción y el error, para burlar el desencanto)





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