miércoles, 10 de enero de 2024

Un hombre solo entre las ruinas

Hay un río, siempre un río al alba, previamente a cualquier tristeza, a cualquier alegría. Hay un abrazo pontificándote y una cumbre para tus alas. Entonces aparecías entre la ceniza como recordando al ave de los misterios, de las elegías, elevándote sobre mis pecados para componer la palabra no dicha, bendiciendo cada fracaso, desescombrándote, volviendo de las sombras, entre tus versos. Pero fue mejor la página en blanco, el no haber cruzado el caudal, no despertar a la madurez ni sucumbir a aquella eternidad.

Si hubieras venido entonces, con 'El primer hombre' entre los brazos, bajo la sombra de la encina mancomunada y hubieras destapado el verbo, entre las páginas revolucionadas, entre los llantos de todas las madres corajes y sus hijos, entre las ruinas de Port-Royal, mientras Pascal Quignard acunaba la primera hoja y levantaba a las nubes de su lecho.

Pero no viniste y no hubo regreso. Todos los aedos estaban recitando de memoria sus Odiseas, mientras las Ilíadas cantaban la paz en Troya porque, por fin, alguien había creído a la vieja Cassandra sobre las murallas.

Tal vez habíamos vencido antes de cruzar el Rubicón y visto el fuego que hay detrás de toda hoguera. 

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martes, 1 de agosto de 2023

Ha muerto una diosa

A todos los que halagan a la diosa mortal que hoy ha callado su canto, que estuvo ebria de soledad ahogada en su propia redención, solo decirles que ellos ahondaron su vacío y exacerbaron su vértigo. Y que tendrán que cargar con esa cruz y ese Gólgota, todos los Gólgotas. Porque no hay salvación para los pacíficos insumisos de la poesía desnuda. Porque no hay quien no salga corriendo ante unos ojos que miran y ven cómo el cielo se incendia cada día. Porque el mundo ha preferido estar de fiesta antes que asistir al espectáculo de la golondrina que viene a apuntalar junto a tu ventana su trino y ser el trigo en el campo castellano. Ella estaba sola y hoy está muerta como un naufragio entero. El barco se hundía ante la vista de las gentes entregadas a sus banquetes pantagruélicos y sus gritos de evohé y sus desmanes dionisiacos, y nadie gritaba a los cuatro vientos y a los dioses pedía la justicia. Que nadie la llore ahora, ni a ella ni a ninguno de los de su coro, porque ha sido pisoteada hasta la náusea, porque ella fue la extranjera, la expatriada eterna, sin amor de madre siquiera, sin piedad, sin seno materno, sin tierra prometida. Y hoy es un pájaro, fue un pájaro y hoy vuela hasta las ruinas de una ciudad bombardeada donde el hombre pudo ser el rey de su destino y se negó a serlo. La luz estaba encendida, amapola pequeña de todos los inviernos, pero vino el viento de las melenas agitadas y la apagó y se hizo la oscuridad total y llegó la noche en que pudimos leer al fin todos los oráculos. Pero la Pitia escribirá su última canción para ti y le diremos al barquero que haga brotar las flores en donde no llega el olvido. Serán tuyos todos los rezos y todas las preguntas armadas con su manto de siglos y habrá islas que llevarán tu nombre naciendo de todos los Egeos. Que se persignen los felices. Porque era una loba herida pero cordero sin manada. Porque es difícil pintar el cielo azul mientras se vuela y se están reparando a la vez las alas. Muy difícil sostener la mano alzada mientras las cabezas se agachan y no poder cerrar nunca los ojos ante la inmensidad. Difícil buscar la eternidad y un día en medio del desierto cuando ya apenas queda alguien que pare su reloj, detenga su paso y te dé de beber. Bebías las lágrimas de tu sed y eras hasta el mismo llanto, esa eterna canción sin madrugada.

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viernes, 30 de diciembre de 2022

κῆπος, más que un jardín, el jardín

Godard no es Tarkovski, pero es capaz de dejarte en los brazos de Leopardi con el desamparo de las estatuas que fueron hombres antes de ser piedra en el momento de ver emerger la última Troya de su arenosa orilla. Mientras recompones tu isla y el océano se hace una lágrima, una sola hoja viene a coserte a la medida un otoño que luego se hará invierno. Pero no reniegues de los días tristes. Buscabas las palabras que se había llevado el viento. Amanecías en las páginas y te crecían libros en las manos. No dejes de soñar con la isla porque Afrodita te colmará de bienes con su espuma. Donde te esperan todas las Delos, allí deberás ampliar tu horizonte. Lo sabías. Sabías que no bastaba el banquete ni rodearte de sofistas para echar el ancla del pensamiento en quisiera decir, como los griegos, τα μετεωρα, lo más alto, el cielo siempre conquistado en cada emoción hecha nostalgia presente antes de ser mañana. Pero leía en el silencio lo ya dicho, lo que vertebra la soledad, el rito del vuelo de la alondra tras las ninfeas. La clave estaba en abrir el jardín, al fin y al cabo, a todo lo que florece.

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viernes, 4 de noviembre de 2022

Renacimiento en Delos

Cuando no escribo no existo, lo saben los poetas. Lo sabe Elitis mientras su cuerpo flota en el Egeo después de todas las Troyas y todas las batallas. Me miras y no puedes verme, pero estoy y soy lo que no aparece detrás de mi traje apolíneo y mi soledad de cantos de corifeo en Epidauro. Están en mí los ecos de todas las tragedias, de Esquilo vigilando él las bocanas de los puertos, sabiéndolo todo antes que los dioses, pero también la mano oferente de la diosa, esa Afrodita que nace una y otra vez, espuma como luna creciente, mar suplicante de olas, playa mancillada por los héroes de un día, eterno Aquiles, tú sí pasaste a la eternidad y un día alzándote entre las sinrazones. 

Quién si no tú hará un mundo nuevo con lo viejo. Quién bordará con incisiva aguja mis heridas. De dónde soplará el viento esta vez e hinchará las velas para llevarnos de este Naxos. Por qué de pronto todos los poetas se han vuelto minotauros. Dímelo tú, la de rosados dedos, cómo volveremos a componer la dorada melodía para que hasta el vellocino tiemble con intensidad oceánica. Cuántas veces habré de asistir al simposio y embriagarme con tu vino antes de que la vida se vuelva del revés y canten las alondras la victoria de lo real maravilloso. Si no hubieras visto el trigo cebándose con el paisaje aquel verano, si no se te hubieran agostado las espigas en tus manos de niño mientras se te caían las incertidumbres. Habrá un barco azul en ese puerto, mujer, y las islas multiplicarán tu nombre haciéndose visibles, délicas. 

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viernes, 25 de febrero de 2022

Siempre el faro

Podría no haber llorado nunca pero estoy llorando siempre o acaso mientras tanto, en el instante en que el sol cede el testigo a la luna y yo encamino mis pasos fuera del ocaso, reorientando mi radar con el que vuelvo siempre a una acrópolis redibujada en el marco de una procesión de vírgenes, en el mismo día en que Virginia Woolf proclamaba que estaba todo por hacer, que la vida se ensanchaba por sus propios márgenes, fuera del hastío contemporáneo, allí donde florecen los capiteles y se hacen corintias las columnas.

Entonces era eso, el vacío llenándose. Nápoles reviviendo tras el volcán, los frescos recuperando su color y Tadzio tumbado al sol de Taormina mientras la lluvia regaba las anémonas. Solías ser el relámpago sobre los textos, pobre Baudelaire carcomiéndose, sin poder agitar las alas para devolverle al viento su dolor, para girar como un molino contra las mareas en los océanos de las descabaladas risas.

Esta vez sí daremos vueltas sin parar hasta detener el vuelo de la última bala para que los ángeles caídos todos dejen de desangrarse detrás de las estatuas

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martes, 31 de agosto de 2021

Poesía y verdad después de Goethe

Cuando un cronopio, después de quitarse el reloj, entra en una librería a comprar 'Poesía y verdad', de Goethe, y se lo acaban de llevar, entonces le entran ganas de nadar río arriba hacia sus fuentes y hacerse agua sin pudor tal vez como Diana sin temer a los cazadores ni a las flechas. Porque puede que estemos recreando ya el mundo a la manera de los antiguos mientras viajamos por Amalfi, Capri, Paros y aquella Santa Irene que vio estallar el volcán. Ya estamos bañando nuestros cuerpos en el mismo sol que hacía magnífico el Partenón. Sus muros nunca antes desnudos, de ricos ropajes a la manera del primer Juan Ramón. Lo que somos después de lo que fuimos. Mi amor en la última ola, el dedo de la esfinge, el olivo queriendo ser la flor y el almendro apostado sobre un templo en lo alto de una ciudad eterna no bañada por el Sena sino en el laberinto en el que nunca pudo ni supo perderse Platón. Hemos vuelto a ser cínicos entre los muros, epicúreos en todos los jardines, hemos dicho amén en el último sacrificio y bebido de todas las copas rotas pensando que eran cráteras donde el vino se mezclaba con el agua celestial y los peces.

viernes, 4 de diciembre de 2020

El rayo (de Zeus) que no cesa

Cuando fui el preludio de todos los pájaros ebrios, Rimbaud viajando en tren. El tendido donde el sol se negaba a quemar las amapolas, viejo Valéry anclado en Sète. El rumor quebrado del grito despertando a las auroras de los dedos rosados, FGL en NY multiplicándose sus manos sobre las teclas de un piano.

Amanece ahora y dime qué ves sobre los campos, ahora que mi voz se apodera de los cánticos, que nadie puede parar este oráculo feroz derramándose sobre las multitudes desde ese Delfos de vértigo.

Hay un entreacto entre los besos en el que alguien grita con su voz ahumada proclamando a la vez todos los sueños, todos juntos al unísono como un suspiro arrebatado al viento. 

De qué servirá mi tacto si no hay árboles, si no estalla cada flor con la risa que vence a todo desencanto. Para qué darle cauce al último silbido si la pértiga no crece primero en la mano de aquel niño. 

El mar agitaba sus olas para romper el llanto de la arena, mientras tú dejabas volar tus ojos hasta que se posaban en el alféizar de la rama. Tus lágrimas lo estaban dejando por escrito: solo los cormoranes aman la arqueología. Lo antiguo era de pronto un beso en lo alto de aquella torre de marfil. Crisoelefantino el atardecer como la estatua del gran dios entre las columnas del viejo Partenón. 

Amada Atenea, vuela sobre los mares mientras Poseidón se embriaga del vino de Diónisos. Naceremos otras dos veces más sobre la espuma blanca de Afrodita.

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