domingo, 25 de marzo de 2012

Nunca pondría título a nuestro cuadro



Me recibe el fumador de Juan Gris.
Juan gris, Braque, Picasso, han venido todos.
Creo adivinar la proa de un barco en un cuadro de Gleizes. No todo está perdido.
Los edificios se me vienen encima, salgo corriendo, es el óleo de Max Weber (el pintor). En mi huida cojo la escalera de color de Léger y subo.
Ha salido el sol en un cuadro de Sonia Delaunay y ya todo es posible. Por fortuna la luz se expande y yo abro los ojos, se lo debo a Severini, el amo de la fantasía inventiva (bienaventurados ellos que creyeron en el futuro e hicieron girar la rueda).
Me pongo los vestidos de Sonia D. todos a la vez, es el triunfo de la simultaneidad, otra vez puedo soñar.
Braque ha puesto el mantel rosa sobre la mesa y yo espero, pero los arabescos de la pared no son los de Matisse (¿dónde está Matisse?),
no es una loca locomotora la que me lleva hasta el rincón vorticista de Wadsworth, una vez allí compruebo que mi alma está intacta. La taladradora del checo Kupka no pasó por encima. Picabia, sin embargo, está en apuros y un ojo remolino yace sepultado,
así que era verdad, también hay paisajes rayonistas, cualquier fe puede mover una montaña,
soy lo que hay alrededor de la línea y lo que está en el óvalo claro, lo quiso Kandinsky mientras la perspectiva se volvía plastilina,
pero mi casa gira como la de Klee con las aspas que le robé a un molino de viento,
mido mi tristeza con la del arlequín de Picasso que se mira en el espejo,
hay árboles solitarios y árboles conyugales dentro del Max Ernst surreal,
el tiempo se detiene con Balthus: ven, vamos a jugar a las cartas,
Tanguy imagina a borbotones, todo flota, me incluyo,
hay un hechizo azul colgado en la pared y no es un cuadro de Hofmann,
Rothko nunca me arrancará una lágrima pero me tumbo a descansar sobre su altar,
es cierto que Kooning también peleó por el color,
sabes que Bacon te podrá dibujar cuando estés rota,
y que ni Grosz ni Beckmann exageran,

Matisse te ofrece una silla frente a él, te sientas y escribes: "Mucho antes de que el cielo de Emile Nolde se ponga rojo nosotros ya lo habremos pintado de azul"

(es mediodía en el Thyssen de Madrid)





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