jueves, 2 de agosto de 2012

Cuando la ficción sabe que es realidad y juega a ser ficción o un Robinson llamado Alexander


La hemos leído como "Robinson Crusoe".  Pero Daniel Defoe la tituló: "La vida e increíbles aventuras de Robinson Crusoe, de York, marinero, quien vivió ocho y veinte años completamente solo en una isla deshabitada en las Costas de América, cerca de la Desembocadura del Gran Río Orinoco. Habiendo sido arrastrado a la orilla tras un Naufragio, en el cual todos los Hombres murieron menos él. Con una Explicación de cómo al final fue insólitamente liberado por Piratas. Escrito por él mismo". Así apareció en su primera edición en 1719 y en Londres.

Cómo no recordarlo después de ver la cara del náufrago ¿real? La de Alexander Selkirk, un marinero que fue abandonado en una isla deshabitada de las costas chilenas donde sobrevivió más de cuatro años. Y sin Viernes. El que le sirvió la historia en bandeja plateada a Defoe. Estaba allí, en Lower Largo, en el Reino de Fife, su pueblo (de pescadores) natal. En la Escocia que se asoma al Mar de Norte.

Yo también he sido Robinson.

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