viernes, 27 de septiembre de 2013

Ayer se me cayó un poema de Louis Aragon al suelo, le oí reírse


Engañemos a este invierno también con una palabra tierna.
Porque el cielo se ha llenado de ofiuras.

Qué bulevares nos esconderán mañana cuando deje de anochecer.
Y cuando el día nos interrogue como si no bastaran nuestros cuerpos.

Qué es eso que tiene intrigadas a las flores.
Mirad cómo nazco otra vez.
Muéstrate cómo eres. Eres un hombre. Repite el coro de esa voz.
Un segundo es el tiempo que precisan los vivos.
Te lo están diciendo a gritos: Aquí es donde comienza el fuego.

No todos eligen dejar que sangren sus deseos.
Se ha sentado mi luz sobre los páramos.
Las moscas insisten en devanar tus ojos.

Esa mujer no se cansa de dibujar el contorno de su orilla para que el mar se acerque.
Los atardeceres se amontonan en la cumbre.
Van llegando con sus pasos ceremoniosos al ara de este sacrificio.

Los libros viejos se preparan para el otoño. ¿No ves cómo sueltan sus hojas?
Caen donde tienen que caer.
Hasta el sol se asombra.

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