martes, 17 de febrero de 2015

El rey Minos me ha prestado su casa policromada frente al mar de la isla grande

He vuelto a estar sentada en una barca mar afuera.
Se ha repetido la conjunción de los astros y se han alborotado los diccionarios.
Un coro de niños que aún cuentan sus años con los dedos de dos
manos cantan mi canción.
Shakespeare calma mi tempestad y Caspar David Friedrich la pinta (nunca colgará en un museo).
La mesa está puesta, todo es frugal. Habremos de flotar, llegado el caso.
He tenido que renombrar a los bodegones porque la naturaleza siempre está viva.
Los ingleses toman el té a cualquier hora mientras los llaman 'vida en silencio'.
Bajo las ruedas, los cantos. Sobre las ruedas, caballos desatados que no envidian a Pegaso.
Mi ciudad es minoica: no tiene murallas.
Mi ciudad no es minoica: no tiene minotauro ni laberinto.

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