domingo, 4 de enero de 2015

Íbamos por las calles de Laredo

Nunca dejamos de ser caballos salvajes. Ni siquiera entonces cuando la fuente dejó de alimentar aquel río. Ni cuando todo se llenó de agua y nos habíamos cansado ya de naufragar, hundidos mientras cabalgábamos sobre aquel mascarón de proa. Ha hecho falta andar tanto para terminar otra vez sentado ante aquella puerta que se hacía cada vez más y más grande. La libertad continuó siendo un barco mucho tiempo después y las manos se quedaron diciendo adiós. Menos mal que se multiplicaban las canciones y las cantinas en aquel puerto. Menos mal que nos abrigaron todos los bosques.

(escuchando, siempre, "wild horses" y "streets of laredo", el lamento del cowboy)

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