martes, 8 de septiembre de 2020

De un confín al otro de tu abrazo

Vino al fin de noche, llegó con la tormenta, negando con su eterno ritmo cualquier rastro de evidencia. Había sido esperado largamente tras el balanceo de la lámpara encendida de una virgen bíblica y hasta los jazmines vieron comprometida su belleza. Solo Leandro pudo contener la voracidad de aquel aliento y no hubo paz en esa guerra desarmada porque el cielo se había llenado de palomas que se batían contra las olas afrodisiacamente blancas al otro lado del estrecho. En ese Helesponto en que se convirtió su abrazo ella podía nadar como un molino gigante mecida por el viento hacia la inmensidad encinta de todos sus confines. Byron lo sabía. Solo el poeta es capaz de fingir el dolor que verdaderamente siente. Así, a la intemperie, consumado el sacrificio, puestas en la hoguera todas las nostalgias y mirando fijamente a Argos a través de sus cien ojos pudo redibujar su Ítaca. El lugar para su vuelta. Como era de mar, pensó que no había dejado huella. Todo se lo llevó el silencio. Apenas quedaron los peces revoloteando y aquella sal envolviendo el cuerpo de DH Lawrence en Tarquinia, de nuevo en un Mediterráneo joven como Ulises. I am that I am. Y volvió a medirse con el fuego

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1 comentarios:

Blogger ElsoFlamas ha dicho...

C´est magnifique. Encontré otro pez de cerámica en la orilla. Poemas dignos de descansar, como perlas, en camas de papel, en el motel sagrado que es un libro. Cuando los sentimiento arriban a la bocana de la hoja en blanco se dibujan barcos azules, y rojos, y amarillos y su ancla es ala junto a ala, al mismo tiempo.

14 de septiembre de 2020, 7:15  

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