martes, 31 de agosto de 2021

Poesía y verdad después de Goethe

Cuando un cronopio, después de quitarse el reloj, entra en una librería a comprar 'Poesía y verdad', de Goethe, y se lo acaban de llevar, entonces le entran ganas de nadar río arriba hacia sus fuentes y hacerse agua sin pudor tal vez como Diana sin temer a los cazadores ni a las flechas. Porque puede que estemos recreando ya el mundo a la manera de los antiguos mientras viajamos por Amalfi, Capri, Paros y aquella Santa Irene que vio estallar el volcán. Ya estamos bañando nuestros cuerpos en el mismo sol que hacía magnífico el Partenón. Sus muros nunca antes desnudos, de ricos ropajes a la manera del primer Juan Ramón. Lo que somos después de lo que fuimos. Mi amor en la última ola, el dedo de la esfinge, el olivo queriendo ser la flor y el almendro apostado sobre un templo en lo alto de una ciudad eterna no bañada por el Sena sino en el laberinto en el que nunca pudo ni supo perderse Platón. Hemos vuelto a ser cínicos entre los muros, epicúreos en todos los jardines, hemos dicho amén en el último sacrificio y bebido de todas las copas rotas pensando que eran cráteras donde el vino se mezclaba con el agua celestial y los peces.

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