Antonio Machado ha puesto el reloj en hora
Viene la primavera con sus aires de ladrona.
Esa cigarra sin redimir que frecuenta las cantinas.
Entre adormideras y almohadas, brebajes y lechos.
Acantilados hambrientos y un espacio azuladamente aéreo.
Vamos en aviones de papel papirofléxicos.
Acrobacias caligramáticas que Apollinaire aplaude.
Estas alas que de pronto te salen y descalzan.
Pegaso y Mercurio en pleno sol de la infancia.
Como si volar fuera hablar en voz baja y callar. Mientras la ciudad vuelve a construirse.
Y los páramos se alimentan de sus propias semillas.
Como si volar fuera estar volando ya sobre palabras.
Y aterrizar sobre el perdón en el regazo de una madre.
Como si volar fuera un beso que quijotescamente gira
y dibuja en el aire sus aspas de molino.
Como si volar fuera precisamente esto.
Esa cigarra sin redimir que frecuenta las cantinas.
Entre adormideras y almohadas, brebajes y lechos.
Acantilados hambrientos y un espacio azuladamente aéreo.
Vamos en aviones de papel papirofléxicos.
Acrobacias caligramáticas que Apollinaire aplaude.
Estas alas que de pronto te salen y descalzan.
Pegaso y Mercurio en pleno sol de la infancia.
Como si volar fuera hablar en voz baja y callar. Mientras la ciudad vuelve a construirse.
Y los páramos se alimentan de sus propias semillas.
Como si volar fuera estar volando ya sobre palabras.
Y aterrizar sobre el perdón en el regazo de una madre.
Como si volar fuera un beso que quijotescamente gira
y dibuja en el aire sus aspas de molino.
Como si volar fuera precisamente esto.
Etiquetas: Antonio Machado, Apollinaire, Mercurio, Pegaso
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