lunes, 14 de abril de 2014

Como cada día, cada noche espero el fluir del alba sobre este río

A veces se me olvida que vine aquí para volver a nacer.
Pero hay una caracola que me recuerda su canción eternamente.
A estos oídos ciegos por los que el mar se desparrama.
Qué alargará la sonrisa hasta llegar al sacrificio de tu cruz.
Qué brotará sin agua, qué será de las fuentes sin tus ojos.
¿Te has preguntado a qué hora hubo ayer un clamor de trigos agostados?
¿Por qué lloraba un hombre en los umbrales?
Yo sigo tejiendo con mis manos la túnica que nos permitirá ir descalzos.
Los hijos nos están gastando el tacto y se suben por nuestras paredes y ya están por los tejados.
(Voy a entregarme a la autoridad porque no supe cumplir la ley).
Solo me plegué ante los abismos y ante esta adversidad hecha caricia.
Fue una felicidad de avispas vírgenes, fue el verano de mi infancia.
Fue el calor en aquel prado el que finalmente me hizo de este barro.

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