miércoles, 12 de marzo de 2014

Las cantinas se ríen de los marineros inquietos

La paz en los puertos es licor en boca de los capitanes.
Armadas están las cantinas de tablas para la aurora.
Las voces sedientas de banderas blancas y plato sin cuchillos.
Cómo esquivar la ola que enfrenta la sonrisa sobre tu pelo.
Acuéstate, decías, sobre el amanecer antes de que venga la noche sobre los soles.
Pero yo me dormía sobre el palo mayor por cabalgar sobre los vientos.
Qué sabría Zorba de mí entonces si apenas había comenzado el baile.
Para qué los cantos de sirena, cuándo las ítacas y las naxos y el mundo entero.
Cuándo la bruja completará el hechizo y la sangre hervirá en el caldero por todos nosotros.
Los malditos que naufragamos en busca de bendiciones.
Los benditos que maldecimos la tierra que no hemos sabido pisar.
Los pies, nuestros pies, por qué no pondrían su sombra en aquella huella.
Por qué los antepasados no abonan ahora nuestras raíces que la primavera está al crecer.
Dímelo tú, diosa blanca, Apolo que vuelves a nacer, Baco inoportuno, Afrodita sedienta de tu propia espuma.
Decídmelo vosotros, dioses del Olimpo en cuya cresta el gallo se somete, por qué el mar no es un espejo para las multitudes.
Por qué hoy Hebe ha llenado la copa hasta sus bordes.

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