viernes, 4 de noviembre de 2022

Renacimiento en Delos

Cuando no escribo no existo, lo saben los poetas. Lo sabe Elitis mientras su cuerpo flota en el Egeo después de todas las Troyas y todas las batallas. Me miras y no puedes verme, pero estoy y soy lo que no aparece detrás de mi traje apolíneo y mi soledad de cantos de corifeo en Epidauro. Están en mí los ecos de todas las tragedias, de Esquilo vigilando él las bocanas de los puertos, sabiéndolo todo antes que los dioses, pero también la mano oferente de la diosa, esa Afrodita que nace una y otra vez, espuma como luna creciente, mar suplicante de olas, playa mancillada por los héroes de un día, eterno Aquiles, tú sí pasaste a la eternidad y un día alzándote entre las sinrazones. 

Quién si no tú hará un mundo nuevo con lo viejo. Quién bordará con incisiva aguja mis heridas. De dónde soplará el viento esta vez e hinchará las velas para llevarnos de este Naxos. Por qué de pronto todos los poetas se han vuelto minotauros. Dímelo tú, la de rosados dedos, cómo volveremos a componer la dorada melodía para que hasta el vellocino tiemble con intensidad oceánica. Cuántas veces habré de asistir al simposio y embriagarme con tu vino antes de que la vida se vuelva del revés y canten las alondras la victoria de lo real maravilloso. Si no hubieras visto el trigo cebándose con el paisaje aquel verano, si no se te hubieran agostado las espigas en tus manos de niño mientras se te caían las incertidumbres. Habrá un barco azul en ese puerto, mujer, y las islas multiplicarán tu nombre haciéndose visibles, délicas. 

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