martes, 23 de octubre de 2012

Rosales se fue sin apagar la luz

Abras por donde abras sale la misma página. Pero una página nunca es igual a nada. Escribo desde la casa que dejó encendida Rosales antes de marcharse. La que vio Lorca desde un edificio que no pudo crecer ni multiplicarse de ventanas, allá en Nueva York. Creyendo sin fe en la resurrección de los vivos. Porque cuando no hay esperanza hay por venir. Porque las palabras se siguen diciendo todavía. Están diciéndose. El viento nunca se llevaría las palabras.

A veces sueño que corro, que corro sin parar y es la arena y la sal que me persiguen. Y lo que hago es descansar.

"Vendrán las iguanas vivas a morder a los hombres que no sueñan y el que huye con el corazón roto encontrará por las esquinas el increíble cocodrilo quieto bajo la tierna protesta de los astros". Lorca duerme en la almohada de los hombres mientras la sangre templa su áspero dolor.


Te miraba como queriéndote vendar.

A mi también me llega el agua a las rodillas.

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