viernes, 16 de noviembre de 2012

Rugirá el tigre y las olas subirán a su cresta el olvido

Cuando encuentre el secreto del gran silencio te llamaré por tu nombre. Será el día en que la tormenta no pueda ya incendiar el paisaje. El día en que la lluvia caiga sobre sí misma secándose como un sol sin nubes.

Dijiste: "Recostémonos sobre las cimas para recordar los lechos de los ríos".

Ese día correré lo más despacio que pueda. Seré un niño sin hambre. Me levantaré a preparar el alba azul para los sueños que aún están desperezándose. Tú lo sabrás porque habrá una hora marcada fuera del reloj. Habrá, no temas, una enredadera sin muro. Más penínsulas que islas. Olas elevando el olvido hasta una cresta canónica.

Cuando entiendas rugirá el tigre. Y el mundo bailará otra danza de fuego en un mar cercano y casi océano. La oírán antes los perros. Y los cínicos, los pluscuamperfectos del amor. El oro y la mitra serán de todos.

Hay una paz mayúscula en saberse nada más que una hoja caída de un árbol con la lentitud de vértigo de quien solo espera. Saberse tan solo una gota de agua que cae sobre un párpado y lo cierra. Una gota que se mira en el espejo y conoce su diámetro. Una gota a punto siempre de ser inundada.


(Según el politólogo Vittorio Emanuele Parsi, el mundo nunca había sido tan poco occidental como lo es hoy)

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