martes, 8 de enero de 2013

Un sueño avanza por sus raíles

Cuando un pez ha saltado a tu mano ya poco importa la urgencia de nadar. Poco la necesidad de sumergirse en las profundidades donde la piedra flota. Donde las cosas se hunden sin su propio peso. Antes cuando te veías circunvolado por el agua, respirando agua, en un amanecer de agua dormida, no tenías nada que beber. Ahora que todo es aire, que no quieres dormir por no tener que quitarte las alas y dejarlas en un rincón de tu habitación desangelada, planeas sobre ciudades sin fe, entras y sales por ventanas cerradas y caes por los precipicios elevándote. Lo haces victorioso. Con la cabeza alta como una nube orgullosa. Porque sabes que hay una palabra salvada en tu memoria. Es la palabra que te llevará hasta allí cuando los trenes de vapor hayan forjado su destino. A esa hora la mariposa inmortal e inaccesible volverá a posarse en tu entrecejo. Ese espacio infinito que frecuento y que hay entre tus ojos.

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