lunes, 27 de mayo de 2013

No se puede aterrizar sin haber volado

Hace tiempo que Baudelaire me persigue. Sin embargo, soy yo quien se ha convertido en su sombra. Pero mi sombra está llena de luz porque se ha producido un cortocircuito en alguna parte.

No es que haya sombras y luces. Es que hay luz en la sombra y sombra en la luz.

No es que lo demás sea el abismo. Es que esto es el abismo. Lo demás es lo otro.
El no abismo. La certidumbre de dos centímetros y medio. El no vuelo. El aterrizaje previo. El aterrizaje anterior al vuelo.

Me construyo mi propia anáfora como otros se cavan su propia tumba o dibujan su propio cielo.
Un cielo no tiene por qué ser una bóveda.
Vitrubio sonríe.

¿Para qué querías tener los pies en la tierra sin saber lo que era volar?
¿Puede el hombre amar el barro sin haberse evaporado antes con la nube?
Cómo no tener un ojo puesto en alguna estrella.

Sin dinero hay más olvido. Pero el olvido es un río que fluye. Y sabemos a dónde van los ríos.
Es el mar el que todo lo recuerda. Recuerda los nombres de todos los niños ahogados. Lo saben al menos dos poetas.

¿Es el turco Hikmet el que dice "Voy hacia tu luz, que se enciende y se apaga?"

Vinicio Capossela se ha puesto su gorro de capitán de papel y canta al compás de las olas

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