martes, 9 de abril de 2013

Una estrella de mar llena de arena mira al cielo y se queda pensando

El mar ha puesto en mis manos una caracola.
Mi letanía tiene ahora el compás de las olas atrasadas.

Soy un coleccionista de mariposas con Dalí y Lorca en el Port Lligat de Nunca Jamás.
He viajado tantas veces en ese autobús transfronterizo entre los peces.
Tantas veces he bañado mi cuerpo en el agua rizada y sedienta del Cabo de Creus.
Cuando Paul Eluard me veía transparente, yo tomaba cuerpo en un erizo.
Y llamaba por teléfono al castillo donde los magos hacían realidades.
Los sueños eran una tabla de multiplicar escaleras. Las subíamos.
Dalí no dejaba de pintar lo que veían los ojos de Gala.
Francia metía sus narices en todo como un vecino fisgón pero lo hacía con pañuelo en la solapa y sombrero. Con la elegancia de una baguette en su vitrina.

Cómo no asomarse al balcón a ver qué pasa, aunque no se escuche un llanto.
Cualquier piedra nos servirá de brújula en este bosque.
Salvemos la sonrisa de los niños aunque haya de morir un elefante.
Y pongámonos la corona de laurel. Sabes bien que hemos vuelto a perder.

Las sirenas tendrán que callar.
Porque has posado tus manos sobre las cosas.
Y han vuelto los pájaros del aire a su aire.






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