sábado, 27 de abril de 2013

Se salvó y amó la tempestad


Era un náufrago siempre con isla.
Y un horizonte con faros en los ojos para que los barcos no se pierdan.

Estuvo amando a Baudelaire sobre todas las cosas que luchan por ser de este mundo.
Mientras Beckett se asoma a una ventana de la que alguien robó el paisaje.
Chejov nunca quiso ser Dostoievsky.

Cae sobre la noche el día derritiendo su vela.
La tempestad no tiene piedad con los marinos.
Pero los marinos se confían a sus dioses y soplan su propio viento.

El barco era de papel pero atravesó el proceloso mar de la Ilíada y llegó a su Troya.
A una Troya sin guerra.
Con una caballo de madera vacío y sin envolver.
Casandra se está echando la siesta.
Aquiles ha muerto hoy sin gloria.
Viviendo.

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