lunes, 14 de enero de 2013

Cuando nos despertamos Sófocles estaba todavía allí y Dionisos apuraba su vino

Una vez fui feliz en Epidauro y en Mérida y también en Segóbriga. Y en Almagro, en un corral. Molière se reía con altavoz y todos éramos enfermos imaginarios. A menudo voy subida en el carro de Tespis y llevo una túnica. Sueño en la cávea y Sófocles sabe, el que más, de mi soledad y mi dolor. Nada es como el drama. Nietzsche me presta la palma de su mano.
He muerto y resucitado, como un nuevo Cristo, cada vez que he puesto el pie en un teatro. En esta habitación con una cuarta pared. Rezo a Dionisos en su templo. Una copa de vino crece en mi mano.

Brindo porque eres como el agua. Llevo el corazón a cuestas como el caracol su casa. Una luna antigua cae sobre nosotros. Como un deus ex machina.

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