domingo, 16 de junio de 2013

Si bastara la vida...

La vida, si bastara. Si bastara aquel beso, si ese beso fuera siempre el primero.
Si la urdimbre de la araña bastara para cerrar el paso.
Y este brazo solo para que otro hombre lleve su arado hasta los confines de la tierra.
Si bastaran los ojos para ver la podredumbre que ronda el agujero.
Y mi lágrima para llenar el mar de los ahogados.
Si la vida fuero esto.
Si bastara mirarla para hacerla bella.
Si pudiera abrir las puertas del reino a los desheredados, los apátridas.
Y derribar los templos para construir techos que tapen las estrellas.
Si esa estrella sigue ahí y nos mira siempre.
Y la lluvia incesante cae sobre nosotros y nuestras incertidumbres.
Entonces nunca más pondremos a secar nuestros vestidos.
No antes de ahogarnos en el Sena y nombrar a París por su aguacero.
Porque ha vuelto Cortázar esta madrugada y se han multiplicado las ventanas de mi casa.
Han vuelto los Cronopios a reírse de las Famas.
Y Pessoa está asomado a los campos.
Y yo le grito: Soy el que siempre quiere irse y siempre se queda.
Tropiezo contra todo y todos tropiezan conmigo.
Soy el que está en el borde del camino y en la encrucijada.
Sé que Molloy o Becket están viéndome.
Y que Godot solo existe en las tablas de un teatro.
Soy el que lleva los zapatos llenos de polvo y la boca sedienta de beber.
El que colecciona madrugadas como si fueran mariposas y sabe cómo alborotar a las gaviotas.
El que pasea por los puertos y cuenta barcos al revés.

Humanamente. No hay otra manera de vivir.
Aprendí a ser un hombre entre los hombres.
Y he amado mi nombre antes de pronunciarlo.

Lo que me duele es algo que no se llama herida.



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