Si bastara la vida...
La vida, si bastara. Si bastara aquel beso, si ese beso fuera siempre el primero.
Si la urdimbre de la araña bastara para cerrar el paso.
Y este brazo solo para que otro hombre lleve su arado hasta los confines de la tierra.
Si bastaran los ojos para ver la podredumbre que ronda el agujero.
Y mi lágrima para llenar el mar de los ahogados.
Si la vida fuero esto.
Si bastara mirarla para hacerla bella.
Si pudiera abrir las puertas del reino a los desheredados, los apátridas.
Y derribar los templos para construir techos que tapen las estrellas.
Si esa estrella sigue ahí y nos mira siempre.
Y la lluvia incesante cae sobre nosotros y nuestras incertidumbres.
Entonces nunca más pondremos a secar nuestros vestidos.
No antes de ahogarnos en el Sena y nombrar a París por su aguacero.
Porque ha vuelto Cortázar esta madrugada y se han multiplicado las ventanas de mi casa.
Han vuelto los Cronopios a reírse de las Famas.
Y Pessoa está asomado a los campos.
Y yo le grito: Soy el que siempre quiere irse y siempre se queda.
Tropiezo contra todo y todos tropiezan conmigo.
Soy el que está en el borde del camino y en la encrucijada.
Sé que Molloy o Becket están viéndome.
Y que Godot solo existe en las tablas de un teatro.
Soy el que lleva los zapatos llenos de polvo y la boca sedienta de beber.
El que colecciona madrugadas como si fueran mariposas y sabe cómo alborotar a las gaviotas.
El que pasea por los puertos y cuenta barcos al revés.
Humanamente. No hay otra manera de vivir.
Aprendí a ser un hombre entre los hombres.
Y he amado mi nombre antes de pronunciarlo.
Lo que me duele es algo que no se llama herida.
Si la urdimbre de la araña bastara para cerrar el paso.
Y este brazo solo para que otro hombre lleve su arado hasta los confines de la tierra.
Si bastaran los ojos para ver la podredumbre que ronda el agujero.
Y mi lágrima para llenar el mar de los ahogados.
Si la vida fuero esto.
Si bastara mirarla para hacerla bella.
Si pudiera abrir las puertas del reino a los desheredados, los apátridas.
Y derribar los templos para construir techos que tapen las estrellas.
Si esa estrella sigue ahí y nos mira siempre.
Y la lluvia incesante cae sobre nosotros y nuestras incertidumbres.
Entonces nunca más pondremos a secar nuestros vestidos.
No antes de ahogarnos en el Sena y nombrar a París por su aguacero.
Porque ha vuelto Cortázar esta madrugada y se han multiplicado las ventanas de mi casa.
Han vuelto los Cronopios a reírse de las Famas.
Y Pessoa está asomado a los campos.
Y yo le grito: Soy el que siempre quiere irse y siempre se queda.
Tropiezo contra todo y todos tropiezan conmigo.
Soy el que está en el borde del camino y en la encrucijada.
Sé que Molloy o Becket están viéndome.
Y que Godot solo existe en las tablas de un teatro.
Soy el que lleva los zapatos llenos de polvo y la boca sedienta de beber.
El que colecciona madrugadas como si fueran mariposas y sabe cómo alborotar a las gaviotas.
El que pasea por los puertos y cuenta barcos al revés.
Humanamente. No hay otra manera de vivir.
Aprendí a ser un hombre entre los hombres.
Y he amado mi nombre antes de pronunciarlo.
Lo que me duele es algo que no se llama herida.
Etiquetas: ahogados, araña, Becket, beso, cortázar, cronopios, famas, godot, lluvia, mar, Molloy, ojos, parís, pessoa, podredumbre, Sena, urdimbre, vida
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