martes, 29 de octubre de 2013

Neruda busca a Hamlet en la noche oscura


Pablo Neruda se ha escapado de la Isla Negra.
El poeta ha resucitado de entre los muertos, de entre los vivos y de entre las flores.
Lleva una calavera en una mano y un pan en la otra y cabalga sobre un mascarón de proa.
Se ríe de las olas porque quieren llevarle mar adentro.
Se ríe a carcajadas de los caracoles que se arremolinan en el vientre.
Se acerca la Noche de Difuntos y hasta el frío tiene frío.

Lo que Neruda ve solo y a veces son "ataúdes a vela
zarpar con difuntos pálidos, con mujeres de trenzas muertas,
con panaderos blancos como ángeles,
con niñas pensativas casadas con notarios,
ataúdes subiendo el río vertical de los muertos,
el río morado,
hacia arriba, con las velas hinchadas por el sonido de la muerte,
hinchadas por el sonido silencioso de la muerte".

Luego hay un zapato sin pie, un traje sin hombre, un anillo sin dedo.
Y un canto con el color de la violeta y una muerte verde y la humedad desparramándose como la última gota.

La muerte que se viste de escoba y la aguja que busca su hilo. 


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