miércoles, 15 de enero de 2014

No teme la vida a la muerte, que es la muerte la que teme a la vida

Ha muerto como la hoja estrellada desde su cielo a su páramo.
Como el vendaval que no teme a los barcos audaces que alimentan sus propias tempestades.
Ha muerto como del rayo y como un torero a la hora ya cumplida de la tarde.
Como la arena de una plaza que sabe de sol y de la sombra sin ser playa.
Esa tierra rota sobre la que cae la sangre y deja una mancha que ni el agua lava.

Un hombre pájaro no es un hombre que vende su alma a la tecnología para volar.
Ni una flor crece siempre en el lugar que fue regado, donde la fertilidad asiente y dice la verdad.
Una vida no es un juicio sumarísimo, es un parto continuo, ese llanto que hace crujir a la madera.

Ser poeta, acaso vivir antes después de todo.
Sobre la ola que nos devuelve a la orilla cada una de nuestras lágrimas.
Créelo, G., un día tu dolor te será útil.

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