miércoles, 26 de diciembre de 2018

La eternidad de tu instante

Hay un hombre que vuela sobre la prisa.
Un gigante que afina sus pasos tenues sobre la música de los campos retardando su propio apogeo.
Hay una luna redonda que no quiere sino repetir su rutina,
que no busca lo nuevo sino lo de siempre,
un pájaro dando vueltas buscando su enredadera,
para bajar a la urgencia del trigo donde tiemblan los candores.
Pobres poetas mancillados.
Pobre poesía de los honores que agacha la cabeza para entrar por el arco del triunfo.
No podría Safo ahora recomponer sus poemas.
Ni Vallejo llorar sobre su sombra.
Qué sería de Cortázar en París sin aguacero.
Qué de los cronopios ya sin fama.

Vuelvo a salir de la sombra para entrar en esa luz que se enciende y se apaga.
Navego entre las aguas con el sueño intacto del delfín.
Soy el mar haciéndose montaña, el ocaso amaneciendo, tus manos sobre la risa, el estallido brutal de las amapolas.
Soy la hoja cayendo a la velocidad de vértigo para quedarse rezagada en tu voz inmune al desencanto.
Y siempre ser y seguir siendo no el mar sino su orilla