martes, 1 de agosto de 2023

Ha muerto una diosa

A todos los que halagan a la diosa mortal que hoy ha callado su canto, que estuvo ebria de soledad ahogada en su propia redención, solo decirles que ellos ahondaron su vacío y exacerbaron su vértigo. Y que tendrán que cargar con esa cruz y ese Gólgota, todos los Gólgotas. Porque no hay salvación para los pacíficos insumisos de la poesía desnuda. Porque no hay quien no salga corriendo ante unos ojos que miran y ven cómo el cielo se incendia cada día. Porque el mundo ha preferido estar de fiesta antes que asistir al espectáculo de la golondrina que viene a apuntalar junto a tu ventana su trino y ser el trigo en el campo castellano. Ella estaba sola y hoy está muerta como un naufragio entero. El barco se hundía ante la vista de las gentes entregadas a sus banquetes pantagruélicos y sus gritos de evohé y sus desmanes dionisiacos, y nadie gritaba a los cuatro vientos y a los dioses pedía la justicia. Que nadie la llore ahora, ni a ella ni a ninguno de los de su coro, porque ha sido pisoteada hasta la náusea, porque ella fue la extranjera, la expatriada eterna, sin amor de madre siquiera, sin piedad, sin seno materno, sin tierra prometida. Y hoy es un pájaro, fue un pájaro y hoy vuela hasta las ruinas de una ciudad bombardeada donde el hombre pudo ser el rey de su destino y se negó a serlo. La luz estaba encendida, amapola pequeña de todos los inviernos, pero vino el viento de las melenas agitadas y la apagó y se hizo la oscuridad total y llegó la noche en que pudimos leer al fin todos los oráculos. Pero la Pitia escribirá su última canción para ti y le diremos al barquero que haga brotar las flores en donde no llega el olvido. Serán tuyos todos los rezos y todas las preguntas armadas con su manto de siglos y habrá islas que llevarán tu nombre naciendo de todos los Egeos. Que se persignen los felices. Porque era una loba herida pero cordero sin manada. Porque es difícil pintar el cielo azul mientras se vuela y se están reparando a la vez las alas. Muy difícil sostener la mano alzada mientras las cabezas se agachan y no poder cerrar nunca los ojos ante la inmensidad. Difícil buscar la eternidad y un día en medio del desierto cuando ya apenas queda alguien que pare su reloj, detenga su paso y te dé de beber. Bebías las lágrimas de tu sed y eras hasta el mismo llanto, esa eterna canción sin madrugada.

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