jueves, 27 de agosto de 2020

Un faro no es el sol (o sí)

Lo único que se puede amar no es lo que amamos. Lo supe en el instante mismo en que tu labio mordió mi tronco y nos equivocamos en los cálculos. Porque era la mariposa la que había errado el vuelo y nos había confundido a la hora de trazar el rumbo celestial de aquella enredadera. Sé que estás entre mis hábitos, entre la saya que acoge en su seno los frutos de los árboles. Quién podría marchitar la primavera. No querrá el otoño dejar caer sus hojas esta vez, se quedará con todas ellas, y el invierno llegará para abrigarnos, pero tú espera a que sea el sol el que dibuje la última ola. Dime cuándo guarecernos de la lluvia que se empeña en camuflar nuestras lágrimas, dónde dio la vuelta estremecido el último caracol y por qué la lentitud nunca pudo dejar de conmovernos. Démonos prisa ahora que es verano y no quedan barcos en los puertos. Vuela veloz. Los faros han empezado a alumbrar también de día.