miércoles, 10 de enero de 2024

Un hombre solo entre las ruinas

Hay un río, siempre un río al alba, previamente a cualquier tristeza, a cualquier alegría. Hay un abrazo pontificándote y una cumbre para tus alas. Entonces aparecías entre la ceniza como recordando al ave de los misterios, de las elegías, elevándote sobre mis pecados para componer la palabra no dicha, bendiciendo cada fracaso, desescombrándote, volviendo de las sombras, entre tus versos. Pero fue mejor la página en blanco, el no haber cruzado el caudal, no despertar a la madurez ni sucumbir a aquella eternidad.

Si hubieras venido entonces, con 'El primer hombre' entre los brazos, bajo la sombra de la encina mancomunada y hubieras destapado el verbo, entre las páginas revolucionadas, entre los llantos de todas las madres corajes y sus hijos, entre las ruinas de Port-Royal, mientras Pascal Quignard acunaba la primera hoja y levantaba a las nubes de su lecho.

Pero no viniste y no hubo regreso. Todos los aedos estaban recitando de memoria sus Odiseas, mientras las Ilíadas cantaban la paz en Troya porque, por fin, alguien había creído a la vieja Cassandra sobre las murallas.

Tal vez habíamos vencido antes de cruzar el Rubicón y visto el fuego que hay detrás de toda hoguera. 

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