viernes, 30 de diciembre de 2022

κῆπος, más que un jardín, el jardín

Godard no es Tarkovski, pero es capaz de dejarte en los brazos de Leopardi con el desamparo de las estatuas que fueron hombres antes de ser piedra en el momento de ver emerger la última Troya de su arenosa orilla. Mientras recompones tu isla y el océano se hace una lágrima, una sola hoja viene a coserte a la medida un otoño que luego se hará invierno. Pero no reniegues de los días tristes. Buscabas las palabras que se había llevado el viento. Amanecías en las páginas y te crecían libros en las manos. No dejes de soñar con la isla porque Afrodita te colmará de bienes con su espuma. Donde te esperan todas las Delos, allí deberás ampliar tu horizonte. Lo sabías. Sabías que no bastaba el banquete ni rodearte de sofistas para echar el ancla del pensamiento en quisiera decir, como los griegos, τα μετεωρα, lo más alto, el cielo siempre conquistado en cada emoción hecha nostalgia presente antes de ser mañana. Pero leía en el silencio lo ya dicho, lo que vertebra la soledad, el rito del vuelo de la alondra tras las ninfeas. La clave estaba en abrir el jardín, al fin y al cabo, a todo lo que florece.

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